miércoles, 17 de febrero de 2016

Ronico en su salsa El popular conductor habla en primera persona. Aquí se sabrá qué lo tienta

Gina Justiniano
14/02/2016
06:00
Lo decidió abruptamente. Un día se levantó y se propuso que este será su año vanidoso. Nunca le importó cómo se presentaba ante la gente, pero ahora que es tan popular y que tiene una novia bella, ha decidido que hará dieta, que ya no faltará al gimnasio y quizás ¡hasta se opere la nariz!

Está sentado sudando la gota gorda, no porque esté haciendo algún esfuerzo o porque lo ponga nervioso la entrevista, suda porque hace un calor de los mil demonios y porque sus pantalones chupines negros y la polera en el mismo color de su look vanguardista -también es un nuevo giro en su vida- lo hacen sentir asfixiado. Pero sabrá adaptarse, tal como lo ha hecho toda su vida, según la situación que le ha tocado sortear.
Se disculpa porque prendió el primero de varios cigarros y alega que los necesita porque está a dieta y debe calmar la ansiedad.

Reconoce sin falsa modestia que está en su minuto de fama -aunque prefiere que sea cuarto de hora- y que a pesar de ello no tiene un asesor de modas ni un relacionista público como los famosos de fuera para tener una mejor presentación y para que hablen por él cada vez que sale un chisme nuevo que lo hace vulnerable a ser la comidilla de los programas de farándula.

Habla, mueve las manos y de a ratos cambia de posición en el sillón, por eso se hace evidente el anillo que lleva en el dedo anular de la mano derecha, es de plata y tiene un escudo de San Benito. Le dijeron que el santo, entre sus bondades milagrosas, protege de la envidia y los malos deseos que otros puedan sentir hacia él. Por eso lo usa.

Como no hay mal que por bien no venga, aprendió a blindarse, como dice, para que le repelan los comentarios malintencionados. Del impasse con su expareja que se hizo mediático, ambos salieron fortalecidos, ahora él y Grisel Quiroga han ‘fumado la pipa de la paz’ por el bien común: Luquitas, el niño de cuatro años que tiene mucho de los dos, en las cejas, la forma de la sonrisa y en tantos detalles más.
Son las once, el sol empieza a sofocar y sentado en un bar-café del centro, cede a la catarsis.

Viaje al pasadoComienza por decir que vive con su mamá, ‘Chaji’ Subirana, que en realidad se llama Zafira, y con su padrastro, Pedro Martínez, a quien reconoce como su segundo papá. Entró a sus vidas -a la de Ronico y sus tres hermanos- cuando tenía nueve años.

Del clan familiar la que se lleva la flor es la mamá: “Es nuestro santuario. Es una mujer que me ha enseñado a hacer de todo, no es profesional (ha vendido cosméticos, manejado restaurantes, traído ropa para vender de afuera, ha trabajado en tiendas de chocolate, etc.) pero no para, es ‘busca tu vida’”, la pausa sirve para tomar té frío que está dentro de la dieta.

Como siempre fue inquieto y ocurrente llevó harta guasca, “mamá me daba con cinturón y con chinela... una vez me tiró un zapato y el taco me llegó a la cabeza, cuando vi sangre empecé a llorar y terminamos llorando los dos. Mi madre nos ha criado a punta de guasca, ejemplo y enseñanza”.

De joven las cosas se complicaron más, si bien parecía un querubín cantando en el coro del colegio San Agustín, fue rebelde y sus notas lo hicieron perder el año que debía salir bachiller.

El castigo que le infligieron sus padres fue estudiar en un colegio fiscal, pero Ronico cree que en realidad le hicieron un favor.
Celebra haber salido ileso del castigo, es más, lo disfrutó porque aprendió a camuflarse en un mundo más crudo que el que conocía, uno en el que los chicos que se hacían llamar sus compañeros vivían solos o incluso habían estado en la cárcel.

Intentó estudiar Agronomía en Trinidad y se volvió ese mismo año, luego se matriculó en Comunicación Social, pero solo hizo seis semestres porque le llegó un contrato con Unitel que entendió no podía desaprovechar. Entre medio coqueteó con la idea de ser cantante, pero solo se quedó en eso...
El equipo Aquí con Angélica Mérida, Gabriela Oviedo, Anabel Angus, Oliver Montoya y Fermín Zabala
El equipo Aquí con Angélica Mérida, Gabriela Oviedo, Anabel Angus, Oliver Montoya y Fermín Zabala

Como la rebeldía estaba haciendo estragos en su vida, se autoexilió de su casa casi por un año.

“Era muy amiguero y salidor, mi madre no quería que salga, y yo no le hacía caso. En una de las reteadas me fui de mi casa y entonces entendí que la vida es otra. Ganar mi primer sueldo fue lo máximo. Según yo, quería darle una lección a mi madre, pero la lección fue para mí”.

Aparece el dueño del local e interrumpe el viaje al pasado, Ronico saluda, agradece una invitación para una fiesta con DJ electrónico y se excusa porque esa noche trabajará hasta la una de la madrugada.

Así son sus días, ocupadísimos, a las 6:00 ya está trabajando en La revista y el resto de la mañana se queda en el canal para pautear el contenido del siguiente día y el del programa de concursos Calle 7. A las 13:00 está firme en el gimnasio porque así se lo propuso -le dijeron que en la pantalla chica luce unos kilos de más-, y por la tarde asiste a reuniones, acude a seleccionar su vestuario; y si es posible, recoge a Luquitas para pasar un rato juntos. Después se prenden los reflectores de Calle 7, programa que acrecentó más su popularidad.

Si no hay más compromisos, se va a la cama a las 23:00. Ese es su tren de vida desde hace siete años, una locomotora que anda muy acelerada para su gusto.

Cuando vuelve al hilo de la entrevista asegura que si bien fue rebelde, nunca cruzó los límites. “Era libre pero no tenía con qué ser libre, había que buscárselas, trabajaba con don Carlos Valverde de camarógrafo. Así estuve siete meses hasta que pedí disculpas a mi madre y retomé mi vida.

Vivir bienCuando un idealista inexperto dice que quiere ser comunicador, lo primero que escucha es que se va a morir de hambre. Pero Ronico es de los pocos que puede decir que vive holgadamente de ello: “Vivo bien, pero quiero más. Tengo muchas aspiraciones, aunque reconozco que estoy bien en lo económico, tengo a mi familia sana, una linda novia y un hijo precioso que es mi motor. No me puedo quejar, pero Dios va a querer que tenga más”.
¡Vaya gustito! Andar a bordo de una Harley Davidson es un placer que apenas está descubriendo. Ahora su círculo de amigos se amplió a un grupo de motoqueros mayores que él, de los que está aprendiendo mucho sobre  varios aspectos de la vida.
¡Vaya gustito! Andar a bordo de una Harley Davidson es un placer que apenas está descubriendo. Ahora su círculo de amigos se amplió a un grupo de motoqueros mayores que él, de los que está aprendiendo mucho sobre varios aspectos de la vida.

En su natal San Borja manejó muchas motos, pero no una Harley Davidson como ahora. “Estoy en un grupo, nos hacemos llamar Son of liberty (hijos de la libertad), no es una frater, más bien somos personas que compartimos el placer de manejar una moto y sentir esa sensación liberadora. Es una terapia bonita porque me permite estar con otro tipo de gente”.

¿El amor se acaba?La pregunta no lo incomoda. Con naturalidad responde que hay parejas a las que el amor les dura para siempre, pero también “hay millones de casos como el mío, por falta de experiencia, o no sé... Empezás algo con buena intención y en el camino te das cuenta que ella piensa blanco y vos negro, que hay mucha incompatibilidad, entonces es preferible dar un paso al costado. La decisión la tomamos los dos”.

También reconoció que Jéssica Suárez le ‘movió y le sigue moviendo el piso’: “Ha estado en momentos difíciles y yo también trato de estar para ella”.

¿Será que la visualiza como la madre de sus futuros hijos? “No te voy a decir que todo es color de rosa, ella ha tenido que aguantar muchas cosas y escuchar de todo… esperemos que algún día lo sea”.

Terminó la frase y fue como invocarla, su teléfono suena y el Ronico que se puso a hablar en serio, sin chistes de por medio, cambia el tono de la voz, ahora sus palabras encierran adjetivos de cariño. En un año y ocho meses sus sentimientos no han hecho otra cosa que crecer.

La entrevista finaliza, hace 20 minutos sonaron las 12 campanadas de la catedral y Ronico de un plomazo quita el gimnasio de su horario para encontrarse con “la choca” de su corazón

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